Estamos aquí, porque finalmente
ya no tenemos dónde escondernos
de nosotros mismos.
Hasta que un hombre no se confronte
ante los ojos y los corazones
de sus compañeros,
él estará huyendo.
Hasta que no sufra con ellos
no tendrá salvación.
Quien teme ser conocido
ni puede conocerse ni conocerá
a los demás, estará solo.
¿Dónde más que en nuestro
terreno común
podemos encontrar tal espejo?
Aquí, juntos, un hombre puede al fin
aparecer claro ante si mismo
no como el gigante de sus sueños
ni como el enano de sus temores,
sino como un hombre cuyo propósito
es compartir.
En este terreno
cada uno de nosotros
puede arraigar y crecer,
nunca más sólo como en la muerte,
sino vivos para nosotros y los demás.
El que se cierra a lo malo, se cierra también a lo
bueno y se empobrece.