SALIR
DEL ARMARIO
Los cambios de estación siempre traen bajo el brazo la
renovación de elementos en desuso o desubicados. Hay que dejar lugar para
retener o alojar lo adecuado, lo nuevo, o simplemente lo que deseamos retener, dejando
salir del armario un contenido que ocupa un lugar necesario para nuevos
elementos.
Nuestra mente es como un gran armario, en el que –con el
tiempo- vamos alojando viejas ideas, conceptos raidos, intenciones y prejuicios
pasados de moda; y coincidiendo con determinados periodos de nuestra
existencia, debemos renovarlo, para poder admitir lo nuevo, y lo adecuado a esa
etapa que comienza.
Si nos empeñamos en conservar las ideas caducadas, no
habrá lugar para instalar las frescas.
A veces no es posible sacar de ese armario ciertas
prendas que, a pesar de haber sobrepasado con creces el periodo de utilidad,
seguimos sintiendo algún nexo que nos une a ellas. En ese caso buscamos un
lugar escondido dentro de ese armario y la dejamos olvidada en un rincón; ni la
usamos, ni apenas estorba para nuestra necesaria renovación, pero sigue ahí
toda la vida, y sólo la vemos con cada cambio, sin cuestionarnos el motivo por
el que seguimos conservándola.
Toda renovación requiere un periodo de reflexión para
coordinar esos cambios; ya sean ideas, modo de vida, planteamientos arcaicos,
etc. Cada uno sabe el tiempo de meditación que precisa, y algunas personas
nunca llegan a tomar ninguna decisión, y permanecen ancladas en el pasado, sin
posibilidad de avanzar.
Las ideas fijas, la negación al cambio, propicia el
enmohecimiento de las neuronas, que al final se pudren, y -junto a todo lo que
se deteriora o caduca- acaban en la basura.