DESTELLOS
Era uno de esos días grises, en los que no logras centrarte en nada de
lo que te rodea. La apatía, y la falta de opciones, llenaban mi espíritu; y
tenía la sensación de ser un ave sin alas, metida en una gran jaula de oro, con
las puertas abiertas, hacia caminos inciertos.
El crepúsculo culminaba su andadura, entregando el testigo a las
tinieblas de la noche. Viajaba por la autopista sin rumbo fijo, sumergida de
lleno en mis recuerdos, transportada a lugares y tiempos felices; realizando
una especie de catarsis, que aliviara mi espíritu de la masacre final.
Como en las páginas de un libro, hojeo su contenido, deteniéndome sólo
en los capítulos que aportan algo positivo a mi existencia; algo parecido a una
ráfaga de viento que separara las palabras escritas, lanzándolas al infinito de
mi memoria, y dejando en blanco, las páginas que no quiero recordar.
Sigo recorriendo el espacio a
ninguna parte, huyendo de mi misma. Es una situación angustiosa que había
sentido otras veces, pero presentía que esta vez era diferente. Como si hubiera
agotado cualquier posibilidad de solución, y me sintiera en la obligación de
tomar un único camino, teniendo ante mí un muro infranqueable de
incomprensiones, una enorme Torre de Babel; desolada por la impotencia, y el
desánimo.
A medida que transcurrían los kilómetros de mi viaje, me repetía a mi
misma: “Estoy muerta, aunque no entierren mi cadáver hasta dentro de treinta
años”.
Y de pronto, una luz brillante, cegadora, me atraía como un potente
imán. Luchaba por alcanzarla, presionando con fuerza el pedal del acelerador;
tenía que conseguir llegar. Era la solución que estaba esperando, la señal que
me haría desconectar del mundo conocido, para pasar a otro mucho mejor. Pero en
ese momento, un enorme cartel de Neón, se cruzó en mi camino, anunciando un
atajo con luces multicolores, y las prisas por llegar a la meta, me hicieron
tomarlo sin dudar. De ese camino principal, partían bifurcaciones; todas con un
mismo nombre: “Senderos de vida”. Y tomé la primera a la derecha. Después,
otros tantos caminos con nombres extraños para un destino: Opciones, Ruta sin
retorno, Mirador de tu interior. Todos ellos invitaban a seguirlos, con
brillantes anuncios de luces de colores llamativos. Y elegí “Opciones”.
A medida que pasaban los
kilómetros, iba aminorando la marcha, sintiendo que mi euforia disminuía,
volviendo poco a poco a mi ansiada paz; hasta encontrarme en el centro de una
calzada, desfilando lentamente entre carrozas engalanadas, donde una multitud aclamaba
mi paso, vitoreando a ambos lados de la calle.
Me sentía protagonista, y feliz; por fin, había encontrado mi lugar,
desenvolviéndome con soltura, sintiéndome querida, y admirada. Divisaba a lo
lejos a mis hijos sonrientes, mis amigas y compañeras, y todos alzaban sus
manos saludando, complacidos de verme de nuevo entre ellos; y ya no quería irme
de allí. Sólo deseaba seguir mi recorrido, disfrutando de esa paz y felicidad,
que hacía mucho tiempo que no sentía.
Al final del trayecto, había una comitiva de recepción, esperándome para
hacerme los honores; y un señor muy amable, y sonriente, me entregó un gran
libro. Le di las gracias, y lo abrí para hojear su contenido; pero no pude
disimular mi asombro, cuando observé, que aquel gran libro encuadernado en piel, y con el título en letras doradas, sólo
contenía unas inmaculadas hojas blancas. Miré la portada, y creció mi
perplejidad, porque el título coincidía con el nombre de su autor; y en la
portada ponía simplemente: “Tú”.
Otro caballero mayor, de aspecto bonachón, y muy sonriente, me entregó un estuche con dos
plumas estilográficas, invitándome a iniciar el relato de ese libro. Una de las
plumas tenía la tinta blanca, para corregir todo lo que no quisiera incluir,
una vez escrito con la otra pluma de tinta azul. Y entonces comprendí, que lo
que esperaban de mí, es que volviera a reescribir mi vida, que en ese momento
tenía las hojas en blanco; y sólo de su contenido dependía la trayectoria que
quisiera seguir.
Me quedé pensativa, redactando mentalmente el inicio de esa nueva vida
que podía personalizar; llenando huecos, cambiando vivencias, eligiendo
compañeros de viaje; y que permitiría expresarme libremente, pudiendo añadir un
vocabulario al final, para mejor comprensión de mi terminología, sin tener que
dar explicaciones engorrosas, que hicieran sentirme culpable. Era maravillosa
la opción que me brindaban; y lo que estaba esperando durante toda mi vida
anterior. Podría volver a nacer, dónde y cuando quisiera, y vivir mi infancia y
adolescencia de la forma en que había soñado; y mi madurez, sin traumas ni
sometimientos. Tenía en las manos mi destino, sin interferencias, ni
imposiciones ¡Por fin sería libre! Libre para decidir de principio a fin, lo
que quería hacer de mi vida. Libre, para marcar mi camino, sin senderos fijados
de antemano, ni obligaciones; pudiendo elegir cómo y cuándo, realizar mis
deseos.
Abrí los ojos, un poco aturdida, despertando de esa aventura entre sueño
y realidad, sin saber a ciencia cierta
donde me encontraba; me incorporé buscando con la mirada ese libro -fruto de mi
imaginación-, para iniciar el relato. Lo primero que escribiría en las páginas
del libro de mi nueva vida, sería mi nombre; como un nuevo registro, -con
bautizo incluido-, que definiría mi nueva identidad. Tenía que elegirlo bien; no
quería equivocarme, ahora que la elección dependía sólo de mí. Pero por más que
miraba a mi alrededor no encontraba el libro encuadernado en piel con las
letras doradas; y sólo me vi rodeada de muebles vacios, en la habitación de un
hospital. Hasta ese momento no fui
consciente, de que la vida me estaba regalando una segunda oportunidad, para
dirigir mis pasos de forma pausada, hacia senderos que antes había ignorado, y
que las opciones, crecían en progresión geométrica; tanto, que necesitaría más
de una vida para poder acceder a todas. Mostrándome lo equivocada que había
estado hasta ese momento, en el que mi hundimiento personal, me había llevado a
esa “Ruta sin retorno”, de la que, de haberla tomado, jamás ocuparía el lugar
donde ahora me encontraba.
Marga Utiel.
1 comentario:
Bonito relato.....y eso me lleva a una frase.....Yo soy yo y mi circustancias.....Ojala hubiera segundas oportunidades.....Besos prima
Publicar un comentario