Compás
de espera
Mis sentimientos cautivos, en el foso del olvido, en espera del indulto que me dé la libertad. Pero el olvido no llega, para perdonar mi pena de no poderte olvidar.
Olvido
de olvidar tu olvido; esa es la peor condena, amarrada con cadenas de eslabones
de dulzura, caricias, besos, ternura, soldados a fuego vivo en un horno de
pasiones, que el tiempo ni la distancia podrán desencadenar.
Los
senderos del camino con penumbras y con sombras; infinitos, tortuosos,
arrastrando las cadenas engarzadas en mi alma, cargadas con tu recuerdo, y
mendrugos de esperanza, que se van endureciendo en mi largo caminar.
La
tenue luz del recodo ilumina mi tristeza, que sonríe si a lo lejos imagina tu
silueta; con apuesta gallardía, paso firme, energía, voz de calidez extrema, y
una mirada tan limpia, que al fundirse con la mía, como en aguas cristalinas,
me devuelva aquella imagen que tú conociste un día.
Bendito
día del encuentro, de ilusiones compartidas, promesas de eternidad, de ser mi
luz y mi guía, mi camino, mi esperanza, mi ilusión y mi alegría; que languidece
sin rumbo, sin metas y sin salida, en un limbo sin final, esperando la partida.
Marga Utiel
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